NOCHEBUENA
Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua. En vísperas de Navidad se quedó trabajando hasta muy tarde, ya estaban sonando los cohetes y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo.
Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizás pedían permiso. Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
—Decile a... —susurró el niño—. Decile a alguien que yo estoy aquí.
(Uruguay, 1940/2015)
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